"Y como en respuesta se elevó en la lejanía otra nota. Cuernos, cuernos, cuernos. Los ecos resonaban débiles en los flancos sombríos del Mindolluin. Grandes cuernos del Norte, soplados con una fuerza salvaje. Al fin Rohan había llegado"
El retorno del Rey

lunes, 15 de junio de 2009

"1984" cumplió sesenta años


La fantasía totalitaria y alienante que George Orwell plasmó en su libro "1984" cumplió 60 años bajo la amenaza de un Gran Hermano diferente al que él imaginó, menos brutal, pero con unos ojos igual de hipnóticos sobre el individuo.

Orwell publicó 1984 el 8 de junio de 1949 en un mundo muy distinto, un mundo dolorido por la llaga reciente del nazismo y con la vista puesta en la dictadura comunista de Joseph Stalin que emergía en el Este. Y, sin embargo, es un volumen agudamente relevante hoy en día, por la capacidad tecnológica del Estado, que Orwell no concibió enteramente en su tiempo, para controlar la vida de los ciudadanos.

"Su impacto ha sido increíblemente enorme", dijo John Rodden, autor de varios libros sobre el escritor británico. "Orwell vio las nuevas tecnologías no como algo liberador, sino como algo esclavizante. Ahí residió su genialidad", añadió Rodden. Captó, por ejemplo, el lado oscuro de la televisión y de las lenguas universales como el esperanto, de moda en su tiempo, como instrumentos para homogeneizar los cerebros, según Rodden.

El libro gira en torno a Winston Smith, un funcionario del Ministerio de la Verdad encargado de cambiar los registros históricos para que se ajusten a una versión oficial siempre cambiante.

El conflicto narrativo es el choque entre Smith y un Estado que es físicamente todopoderoso mediante la tortura y también en términos psicológicos con la vigilancia permanente, por el bien común, por supuesto. Es un Estado, digamos, "orwelliano", una palabra que ha entrado en la lengua inglesa.

También de él viene la expresión "El gran hermano", que en el libro es el líder del partido, siempre con el ojo puesto en el individuo. "El gran hermano te está mirando", dicen los afiches que empapelan la ciudad donde vive Smith.

El libro "es un aviso sobre un montón de cosas que podrían ocurrir. La buena noticia es que la mayoría no ha ocurrido", dijo David Boaz, vicepresidente ejecutivo del Instituto Cato, un centro de estudios libertario, en el que el Estado es considerado el anti-Cristo.

1984 no es una lectura obligatoria para trabajar en él porque todos sus expertos ya lo han leído cuando piden un empleo, según Boaz. A su juicio, una de las lecciones del libro es el peligro del culto al líder, que existe en Estados Unidos, donde "hay un esfuerzo para poner el nombre de Ronald Reagan a todo".

También emite una advertencia sobre una situación de constante guerra, durante la cual el Ejecutivo puede expandir su poder apelando a la emergencia.

En este sentido, probablemente a Orwell no le sorprenderían los programas de escuchas sin autorización judicial iniciados por Estados Unidos tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. El 1984 de verdad no fue, claramente, el 1984 que imaginó Orwell, principalmente porque la Unión Soviética de Stalin no engulló a Europa, como él temía, y el fascismo nunca revivió.

En cambio, la otra mitad de su pesadilla, la invasión de la privacidad y la despersonalización del individuo, sigue tan amenazadora hoy como entonces. "Si uno insiste ahora en defender su privacidad la pregunta inmediata es qué intentas ocultar. ¿Por qué no nos das tu número de identificación?", recalcó Rodden.

El principal instrumento de control de Oceania, el país imaginario de Orwell, es la "telepantalla", una mezcla de televisión y cámara que permite a la Policía del Pensamiento vigilar en todo instante lo que hace cada persona.

"Despiertos o dormidos, trabajando o comiendo, en casa o en la calle, en el baño o en la cama, no había escape. Nada era del individuo a no ser unos cuantos centímetros cúbicos dentro de su cráneo", dice el libro. Jim Harper, un experto en temas de privacidad, ve un paralelismo con los programas de reconocimiento de rostros que Estados Unidos sopesa instalar en los aeropuertos.

"La preocupación es que el Estado agarre las tecnologías disponibles, como el GPS en el teléfono, y las use para controlar a los ciudadanos", alertó Harper.

Sin embargo, la tecnología es también una herramienta para evitar el futuro que hacía temblar a Orwell. "Con el internet, ahora es como si hubiera 300 millones de emisoras de televisión (en Estados Unidos). Todo el mundo puede expresar sus ideas", dijo Boaz. A Orwell probablemente le complacería escribir: "Gran hermano, te estamos mirando".

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