"Y como en respuesta se elevó en la lejanía otra nota. Cuernos, cuernos, cuernos. Los ecos resonaban débiles en los flancos sombríos del Mindolluin. Grandes cuernos del Norte, soplados con una fuerza salvaje. Al fin Rohan había llegado"
El retorno del Rey

martes, 29 de enero de 2008

Gigantes de Piedra

Esta extraña y poco documentada raza se menciona casi exclusivamente en El Hobbit, en el capítulo SOBRE LA COLINA Y BAJO LA COLINA, donde se dice que "los gigantes de piedra ; habían salido y ahora jugaban tirándose piedras unos a otros; las recogían y las arrojaban en la oscuridad, y allá abajo se rompían o desmenuzaban entre los árboles", de lo cual se deduce que sus aspectos físicos debían de ser muy grandes y corpulentos, así como la textura y color de su piel se asemejaría a una roca. Más abajo se dice que "Las risotadas y los gritos de los gigantes podían oírse por encima de todas las laderas", y, según esto, parece que podían reir y gritar, y tal vez hablar. Más adelante se menciona una posible explicación al origen de La Carroca como un enorme peñasco arrojado millas adentro en la llanura por algún gigante entre gigantes. Sobre su idiosincracia habría que decir que aunque hicieron pasar algún apuro a la Compañia de Thorin, no debían de ser especialmente malévolos, sino más bien traviesos, pues se divertían arrojando enormes cascotes en los valles. Cómo dice Gandalf el Mago, no escatima el poder hacer uso de uno de estos seres al decir: "Tendría que salir a buscar un gigante más o menos decente para que bloquee otra vez la puerta".
Se decía que en los lejanos días de gloria de Gondor los reyes del mar habían edificado la fortaleza de Helm con la ayuda de estos gigantes.

Fuente: www.elponeypisador.com

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buen artículo! Sería interesante poder ampliarlo contando como el Hobbit no fue inicialmente redactado pensando en la Tierra Media como su escenario, de ahí la aparición única de criaturas mitológicas, como estos gigantes. Sobre esto, algien más sabio podrá contar mejor. Salve Adunakhôr!